El lirio del alma y lo no
nombrado
Día gris
¿Qué nos
pregunta el vago
horizonte
que se viene
a nuestra
melancolía
lleno de
gestos mojados
-tendido
fantasma que
absorbe las
arboledas
y nos
invierte el lirio
húmedo y
solo del alma?
Juan
L. Ortiz, en El agua y la noche
(1933)
Este espacio surgió a partir de
una metáfora. Las metáforas son aquellas imágenes que están en lugar de otra cosa a partir de una
similitud entre ambos elementos. En su nombre, proveniente del griego, se
declara su esencia: llevar más allá. En nuestro caso, la metáfora provino de un
poema de Juan L. Ortiz. El poema que leímos en aquel primer encuentro pertenece
al primer poemario de este autor.
Apuntemos aquí, entonces, algunas
notas de lo que hablamos acerca de esa metáfora que da nombre a este espacio: el lirio del alma. Todos coincidimos en
que la expresión implica algo profundo, algo dentro nuestro: Algo que llevamos
dentro. A partir de esto, pensábamos también cómo funciona la pregunta del
poema. Decíamos que en esa pregunta el horizonte es venido a nuestra
melancolía, es decir es traído hacia nuestra melancolía. ¿Qué será esa
melancolía? ¿Por qué mirar el horizonte?
Propusimos en aquel encuentro que
quizás el poema planteaba algo más sobre ese lirio del alma. Esto es, la
pregunta que dentro nuestro –qué nos
pregunta- el horizonte nos hace. Por
lo tanto podemos pensar que el lirio del alma es también lo que tenemos dentro
de los ojos al mirar el horizonte.
Cuándo miramos el horizonte,
¿vemos solamente lo que hay allí arriba? ¿O vemos también lo que hay acá
dentro?
Y, en definitiva, eso que tenemos
dentro, eso que nos hace preguntas, eso que está sólo y húmedo, ¿puede ser
nombrado de otra manera que no sea con una metáfora?
Trabajar los recuerdos: Espacio
poético y Textotecas internas
Luego trabajamos con recuerdos
nuestros. Aquí el trabajo tuvo que ver más con darles un lugar, textualizarlos
(volverlos texto), poder asirlos, tenerlos sobre la mano.
Esta actividad quería hacernos
pensar un poco sobre todos los textos que llevamos dentro. Esto tiene que ver
con las textotecas internas. Para ver
qué son estas textotecas y qué queremos hacer con ellas en este espacio,
dedicaremos unos párrafos a continuación para reflexionar sobre ello.
Desde
el Equipo de Mediación de lectura, entendemos estos encuentros semanales como
“espacio poético” en contraposición con la idea de taller, retomando algunos de
los planteos realizados por Montes y Devetach en la década pasada sobre la
forma de relacionarnos con lo poético.
En
este sentido, nos parece interesante hacer presentes aquí las palabras de ambas
escritoras argentinas. En La construcción
del camino lector (2008) dice Laura Devetach:
Cada uno de nosotros fue
construyendo una textoteca interna armada con palabras, canciones, historias,
dichos, poemas, piezas del imaginario individual, familiar y colectivo.
Textotecas internas que se movilizan y afloran cuando se relacionan entre sí.
(…) Las formas literarias no son arbitrarias, no nacen sólo por una voluntad
estética de las personas que escriben, de los pueblos que escriben, nacen
porque suelen ser una manera de construcción que circula y moviliza.
De
esta forma, al reconocer la presencia de textos internos en cada persona,
negamos la situación de taller que
remite a una idea verticalista. En cambio las textotecas internas se
entrecruzan de manera horizontal, y es la única condición para este
entrecruzamiento el compartir un espacio. Este espacio/territorio remite a la
idea de la literatura como zona de
frontera, tan cara al pensamiento de Graciela Montes. En esta frontera, zona de paso entre dos
territorialidades que vagamente podemos definir como “uno y otro lado” (La
lectura literaria como posibilidad de “saltar al otro lado”, señala Petit a
partir de los testimonios de mediación…), es donde se da nuestra construcción
de refugios de sentido, de espacio poético. Es decir, de una subjetividad que
se ahonda en atisbos de cuerpos (tipografías, imágenes, lomos de libros) y
genera desde allí territorios de otro tiempo y espacio. En La frontera indómita (1999), Montes se ocupa de varias claves de la
relación que establecemos con lo poético. Extraemos desde allí un sinuoso
concepto de espacio poético:
Un territorio necesario y
saludable, el único en el que nos sentimos realmente vivos, el único en el que
brilla el breve rayo de sol de los versos de Quasimodo,
el único donde se pueden desarrollar nuestros juegos antes de la llegada del
lobo. Si ese territorio de frontera se angosta, si no podemos habitarlo, no nos
queda más que la pura subjetividad y, por ende, la locura, o la mera
acomodación al afuera, que es una forma de la muerte.
A
partir de esta última cita, podemos hacer algunos planteos. En primer lugar,
pensar que esa frontera es una zona que está en peligro. Nuestro mundo parece
cada vez cerrarse más bajo una sola idea de existencia. Esta idea, la
hegemónica, por momentos parece anular otras posibilidades de existencia. Sin
embargo hay grietas enormes: Los humanos necesitamos construir mundos –esto es,
representaciones simbólicas del mundo- para poder vivir, tanto como necesitamos
amar. Por lo tanto, podemos apostar por el ensanchamiento de esa frontera.
Por eso en este espacio poético
que constituimos en Barriletes, apostamos por dar lugar a lo poético, por no
desdeñar nuestros recuerdos, sensaciones, anécdotas. Por no desdeñar aquella
inmensa textoteca interna que llevamos dentro.
Así quedan planteadas algunas
cosas importantes sobre estos encuentros. Las resumimos aquí:
-Trabajaremos con lo poético en un sentido ampliado. No
nos referiremos con ese nombre solamente a la poesía, como género literario,
sino a un territorio imaginario, simbólico a partir del cuál nos construimos a
nosotros mismos.
-Ninguna persona viene a estos
encuentros con las manos vacías. Cada persona que asiste a ellos es importante
en la medida que suma sus textos para que se tramen, tejan con los de los
otros. Lo cual propicia otras formas de conocer al otro.
-Aquí leeremos y escribiremos.
Pero lo haremos siempre bajo la premisa del juego y la exploración.
Estar en poesía: Un cuerpo
poético por leer.
Al momento de pensar este
espacio, desde el Equipo proponemos leer aquí una línea poco explorada de la
poesía y narrativa: Un conjunto fluvial
de escritores que bordean lo cotidiano o ciertos nombres desde otros
sitios. Este conjunto es fluvial porque se encuentra unido por
las costas del río Paraná . A este cuerpo
poético que leeremos lo conforman una serie de escritores de los que
veremos diferentes textos: Hugo Gola, Juan Manuel Alfaro, Francisco Gandolfo,
Arnaldo Calveyra, Juan José Manauta, Estela Figueroa, Diana Bellesi, Alfredo
Veiravé.
Los hemos agrupado en este taller
por muchos motivos. Primero, porque constituyen una región que no sólo es
geográfica, sino también imaginaria: Comparten un río, un campo, un pueblo, no
solo en tanto espacios físico sino como espacios del lenguaje –compartir la
palabra río, por ejemplo. Lo cual hace que se los pueda relacionar de diversas
maneras. De todos modos esto no alcanza para explicar la presencia de algunos
nombres en este grupo. Se hace necesario decir que también han sido elegidos
porque constituyen un territorio poético poco leído, dados los modos
tradicionales de circulación de la literatura.
Por otra parte, sus textos nos
permitirán repensar lo cotidiano. Nuevamente: lo cotidiano en tanto que lugares
comunes del lenguaje.
De ese cuerpo, de ese territorio,
no deberemos entenderlo todo. Tan sólo debemos jugar en el bosque mientras el
lobo no está. Esto implica entender a la literatura como una zona, ante todo,
indómita.
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