La enamorada del muro
I
La enamorada del muro
no sabe cómo es el muro.
Pero seguro siente su
humedad
cuando ha llovido.
Su aridez
en tiempo seco.
La enamorada del muro
depende del muro.
A él se aferra.
Si el muro cae
ella se desparrama
como una cabellera sin
cabeza.
A veces es tímida
y cubre sólo la base
como una mujer arrodillada
que abrazara las piernas de
un hombre.
Y a veces —qué deseo
y qué orgullo caben en
ella—
cubre no sólo el muro
sino toda la casa.
II
Todo amor nace
a partir de una pequeña
confusión.
Nadie puede decir con
certeza
si es el muro el que
sostiene a su enamorada
o es la enamorada
la que sostiene al muro.
Y todo amor crece
a partir de pequeñas
carencias:
la enamorada del muro no
florece.
Tampoco el muro.
III
Visto desde afuera
la impresión general es de
una gran belleza.
¿Pero quién puede alejarse
para mirar
cuando está enamorado?
El muro no ve el hermoso
conjunto.
Ve pequeños tentáculos
que se clavan en él.
La enamorada ve el muro
descarnado.
“Él es el hueso que me da
forma.
Yo soy la carne que le da
vida”.
IV
Vampiro en el jardín
Ningún jardinero
la recomendaría.
La enamorada del muro
tan pródiga con el muro
tiene un rol muy cruel en
el jardín.
Está en su naturaleza
apropiarse
de toda la humedad del
terreno.
De modo que mientras ella
se expande
y se demora tiernamente en
el abrazo
las otras plantas mueren.
¿Qué puede importarle?
Una mujer enamorada es
capaz
de atravesar sin ver una
ciudad bombardeada.
Los ojos fijos en los
labios de su amor.
No hay culpa
en la pasión.
“No permitiré que nada
ni nadie
te haga daño
amor mío”.
En sí misma
Sólo una loca pudo
enamorarse de un muro.
Un muro no habla.
No escribe cartas.
No florece.
Cubierto totalmente por las
hojas
deja de ser visible.
Hasta se puede dudar de su
existencia.
“No es eso
hija
lo que te enamora.
No es el muro.
Es tu esplendor”.
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La mosca
Primero fue como la intromisión
de una mosca en invierno.
Algo tan raro. Los ojos siguen el
vuelo.
El oído trata de percibir el
zumbido.
La mosca se detiene en la mesa.
En la bombilla de luz.
Desconcierta.
Después –esto se sabe-
una mosca en invierno puede
anunciar tormenta.
Es peligro. Es
como un frío repentino en el
pecho.
-Voy a enfermarme- se piensa.
Y el primer trueno es un
escándalo.
No queda un vidrio sano.
No hay
espejo donde mirarse.
Hay que cerrar la casa como
cuando llega la noche.
Que sentarse como para abrir una
carta.
Que acostarse como para recibir
una enfermedad.
Que levantarse como para ir hacia
la puerta
como si se hubiera escuchado que
golpean.
en A capella (1992)
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